Tuve mi primer contacto con Javier Arribas, como consecuencia de la inclusión de una de sus pinturas en el libro “Soria. Resiliencias” y debo confesar que fue para mí el descubrimiento gratificante de un artista que ya entonces me pareció digno de tener muy en cuenta, opinión que con el tiempo se ha reforzado, conforme he ido teniendo acceso a una obra variada, honesta, imaginativa, versátil y no pocas veces arriesgada en sus planteamientos.
Y hablando de versatilidad, fue precisamente en una plaza de la ciudad de Soria, de la que es oriundo, donde encontré de buena mañana una instalación y, ya de lejos, intuí que allí estaba su mano y apresuré el paso hasta colocarme frente a una especie de laberinto, obra de arte colectiva y paseable con vocación fronteriza, que podría ser a un tiempo escultura, instalación, pintura, poesía visual… y no pude por menos que dedicarme a hacerle fotografías desde todos los ángulos posibles, sorprendido gratamente por una mezcla de porte escultórico, casi constructivista, muy adecuada al lugar.
Pero ¿cuál es la característica fundamental de la obra de Javier Arribas? Difícil es definirlo, porque si variadas son sus propuestas –también es fotógrafo, aparte de operador, escultor, grabador y pintor-, no menos diversos son sus planteamientos e indagaciones, abarcando un abanico que va de la figuración más o menos explícita, concreta a veces, difusa otras, expresionista algunas o denotando movimiento, a la abstracción más decidida y de lo plano a lo textural, lo que no resta continuidad a su trabajo de explorador ni le priva de un estilo propio y reconocible, en el que domina con cierta asiduidad, sobre todo cuando de su pintura abstracta o de su grabado se trata, el uso de colores luminosos de variada tonalidad –azules, naranjas, verdes, amarillos, o el contraste, ciertamente muy bien elegido.
Soria, la ciudad donde Arribas desarrolla su labor, es pese o gracias a su posición periférica, un núcleo de muchos y buenos artistas contemporáneos y prueba de ello fue el prestigioso grupo SAAS, tan activo en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo, pero nadie piense que el ambiente creativo soriano vive de esas rentas, que con lo rápido que corren los tiempos, parecen ya un poco lejanas, porque las nuevas generaciones de pintores procedentes de esa provincia están suponiendo, sin duda, un magnífico relevo, aunque como consecuencia de la diáspora no formen un grupo tan cohesionado como aquel.
Últimamente, anda embarcado en un proyecto artístico colectivo y multidisciplinar, “Latidos del olvido”, que se plasma en una web muy recomendable. Se trata de una propuesta imaginativa que trata, en palabras de Eva Lavilla, de “reutilizar” lugares abandonados o deteriorados, realizando intervenciones efímeras de todo tipo, siempre respetando los espacios y entornos en los que se realizan.
Por todo lo dicho y por más, considero que Javier Arribas es uno de esos nuevos creadores a los que, sinceramente, merece la pena seguir porque su equipaje artístico es francamente digno de ser contemplado, posee la formación necesaria para canalizar su imaginación con conocimientos técnicos innegables, y su capacidad de trabajo y afán de indagación apuntan a que estamos hablando de un creador serio. Verdaderamente serio.
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