JOSÉ BELMONTE, ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO
Que en la pintura paisajista la luz
es algo fundamental, está fuera de toda duda. Es la luz uno de los elementos
que dan vida a ese tipo de obras y de la maestría de su manejo depende en gran
parte el resultado final.
José Belmonte, que junto a su
hermano Joaquín ha mostrado a lo largo de noviembre y parte de diciembre una
exposición en la palentina sala de Caja Duero, no es un pintor que se prodigue
mucho. De hecho esta es su segunda muestra en los últimos quince años, pero
desde mi punto de vista la espera ha merecido la pena y por eso me voy a
centrar en él.
Alcoholera I |
Casi son obligadas las
comparaciones, sobre todo cuando la muestra pertenece a dos personas distintas
y en la pintura de ambos –más en la de Joaquín- podemos detectar ciertas similitudes
del hacer pictórico de artistas como Martínez Novillo. Ahí están quizás, o esa
es la impresión que da al espectador, las similitudes de parte de la obra de
José y la de su hermano Joaquín, pintor
reconocible y reconocido en nuestra ciudad, pero a partir de ahí
empiezan las diferencias, notables diferencias diría yo –tanto de planteamiento
como de resultados- en la obra de estos dos hermanos y es en ello en lo que me
quiero detener, en la frescura que en general refleja, en los atrevidos
encuadres que consigue cuando eleva la línea del horizonte y hace que el
contorno de los edificios se pierda por el ángulo superior del cuadro, de
manera que, aunque importantes, esos edificios, en este caso fundamentalmente
fábricas de cerámica, alcoholeras o arquetas de riego, ceden su importancia a
lo que realmente es la causa y consecuencia de su existencia y su por qué, cuál
es la tierra y su producto, la arcilla terracampina o cerrateña y sus frutos, el agua que discurre encauzada y
apabulla al espectador. O el tan repetido “mar de campos” que, en alguno de sus
cuadros y pongo por ejemplo el titulado “Al fondo del páramo”, no es metafórico
sino literal y fuera de lo común y lo manido, cubierto por un cielo plomizo del
que surgen, como rompimientos de gloria, huecos por los que penetra una luz
dorada que ilumina el paisaje con una maestría poco común en un artista nada pródigo en obra, característica de la que es
buena muestra “Carretera de Aranda I”, donde el horizonte se desplaza hacia
abajo para que ese cielo y esa luz adquieran mayor protagonismo, porque es
precisamente en esa carretera, en la parte palentina de ese páramo, donde se
dice que el cielo está más cerca de la tierra.
Carretera de Aranda I |
En resumen, es José Belmonte un
pintor a seguir y al que hay que animar para que su obra, pausada y reflexiva,
comience a prodigarse un poco más y a recorrer los circuitos, cada vez más
mermados, del arte pictórico, para bien de los amantes de un paisaje castellano
que en sus manos deja de ser recurrente y más de lo mismo para convertirse en
algo singular y muy a tener en cuenta.
JULIÁN
ALONSO
Tejera I |
Al fondo del páramo |
Arqueta de riego |